Por: Daryen Andrés Álvarez Barajas
Durante el transcurso
de las últimas tres décadas evidenciamos la continuidad de un proceso que,
paulatinamente, conlleva a la defunción la economía colombiana. Etapas
históricas que viajan a través de una parábola de vicisitudes que va llegando a
su punto más tenue, que desembocará en la quiebra nacional. Observamos con
preocupación, que bajo el disfraz de la internacionalización de nuestro
mercado, los sectores agropecuarios e industriales están en vía en extinción,
dando paso a la monopolización foránea y a la pusilanimidad del Estado. Si
bien, el recorrido de esa línea en zigzag comienza desde la época
independentista, nos centraremos desde la segunda mitad del siglo XX hasta la
actualidad, lapso de tiempo donde nos encontramos en la cúspide de nuestra
economía, pero a su vez, el instante donde empezamos a escribir el epitafio de
la misma.
Modelo estructuralista de la CEPAL
Posterior a la
devastadora segunda guerra mundial, la recién creada Organización de las
Naciones Unidas generan una serie de comisiones económicas para impulsar el
desarrollo de los países subdesarrollados. Una de esas comisiones fue la CEPAL
(Comisión económica para América Latina y el Caribe) que implantó, mediante la
política estructuralista, un cambio en los sistemas comerciales de los países
latinos. Propuso reformas económicas basadas en la industrialización por
sustitución de importaciones, desarrollo agrícola, comercio internacional,
ajuste de la deuda externa e igualdad social. No obstante, llevarlo a la
práctica en una sociedad beligerante y dividida como lo fue la Colombia de esa
era, a causa de la lucha bipartidista entre liberales y conservadores, no permitió un mayor impacto del modelo
estructuralista de la CEPAL. En su defecto, la enorme dependencia con
Norteamérica rechazó las políticas de los organismos internacionales,
desechando las investigaciones y análisis socioeconómicos de los mismos.
Hoy día, observamos con claridad cómo se repite aquel comportamiento de subordinación al imperialismo yanqui en la Unión de las Naciones Suramericanas (UNASUR), inhibiendo las buenas relaciones con los países de izquierda de la región como Nicaragua, Ecuador, Venezuela y Bolivia. A lo largo de nuestra historia, la situación de la economía Estadounidense es de primordial importancia, ya que cualquier declive o auge, afecta masivamente todos nuestros sectores financieros. Por otro lado, países como Brasil, Argentina y Chile tuvieron buena recepción con las proposiciones de la CEPAL, reduciendo las brechas sociales, la pobreza y amortizando gran parte de su deuda externa. Nos preguntamos ¿Qué camino debe optar el gobierno Colombiano? Fomentar una autonomía económica, diversificar nuestros mercados e integrarnos con las organizaciones internacionales. Itinerario que ya empieza a recorrer el neoliberalismo Santista, pero a costas de perjuicios sociales.
La década pérdida de los años ‘80
Pasado ya la crisis
del petróleo, nuestra creciente economía entra en un escenario desolador, una
década donde reinó el crimen y la impunidad. La década pérdida es un término
que se usa para describir un período de estancamiento de un país. Cosa que se
vio reflejada en América Latina y sobre todo en el pueblo colombiano, quienes
sufrieron los estragos de una guerra multidimensional. En los comienzos de los
’80, el carismático presidente Belisario Betancur, inicia un proceso de paz
efectivo, desmovilizando a frente guerrilleros como las FARC, el M-19, el EPL y
el ADO. Su reinserción a la sociedad civil no se hizo esperar. Sin embargo, esta
paz duró muy poco, ya que en el ’85 el grupo M-19 se toman el Palacio Justicia.
De la mano al anterior suceso, está el desafortunado desastre natural del
Nevado del Ruiz en el municipio de Armero. El siguiente gobierno, el del
cucuteño Virgilio Barco, moldeó una política de reconciliación, normalización y
rehabilitación, dando un giro al manejo de las negociaciones con los grupos
alzados en armas, siguió con los diálogos constituyéndose Colombia como un país
de pactos, un país de mesas de negociación, de amnistías e indultos. Empero, la epidemia del narcotráfico y las autodefensas empezaban a
proliferar. Con César Gaviria el auge del tráfico de drogas en Colombia
significó el surgimiento de una nueva clase social, no exenta de aspiraciones
políticas, lo cual puso en peligro la estabilidad democrática nacional,
permeando de la corrupción a las instituciones públicas. Finalmente, para el
’89 el asesinato del candidato presidencial Galán, a manos de Pablo Escobar
como maquinador, marca otro hito macabro que cierra con broche de oro aquella década. Cabe resaltar, que se bautizó esta
etapa como la desindustrialización de la economía colombiana, que se basó en
productos manufactureros, en el olvido del agro y en la baja tecnología para el
sector industrial. Además, de que el narcotráfico se convirtió en la moda
laboral, dominando una gran cantidad de sectores sociales y económicos.
¿Procesos de paz? ¿Narcotráfico? ¿Paramilitarismo? ¿Poca inversión y
diversificación de la industria? Algún
parecido con actualidad del país es simple coincidencia…
Apertura económica
La apertura económica como
modelo adoptado en Colombia durante el mandato del Presidente Cesar Gaviria en
los años 90’, acabó con el proteccionismo arraigado, puesto que el mercado
nacional se había saturado con productos locales, de manera tal que el poder de
compra era inferior a la oferta. En resumen, la Apertura consiste en la
introducción de productos extranjeros al mercado nacional, desapareciendo
muchas industrias regionales, por la mayor calidad y abaratamiento de los
precios de los productos foráneos. La liberación arancelaria, la reducción del
gasto público, la revaluación de la moneda y el exceso de importaciones
trajeron consigo el incremento de los precios internos. Así mismo, cabe agregar
que en el mercado global siempre estuvo presente ciertas medidas
proteccionistas, además, para aquel entonces Colombia no era un país muy
cautivador para invertir, debido a su situación de constante belicosidad,
además, A partir de lo anterior, surge un enigma ¿Será que la historia se está
repitiendo en el siglo XXI? ¿Será que estamos escribiendo nuestro propio
obituario económico?
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